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1.0

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DeMarchese's avatar
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1.0

Estaba durmiendo plácidamente en su asiento cuando un coro de exclamaciones le despertó.
Parpadeó y bostezó con calma, tratando de despejarse mientras las personas sentadas a su lado se levantaban de sus asientos asignados.
El compartimento de carga de la lanzadera clase lambda se encontraba abarrotado de nuevos reclutas que se agolpaban ante la pequeña portilla de observación, claramente excitados.
Desde su asiento, el alférez Solan Vanis reparó al instante en un detalle: la habitual negrura del vacío espacial había sido sustituida por un gris metálico iluminado a partes iguales por luces artificiales y las lejanas estrellas. Eso terminó por despejarle completamente.
Su lanzadera había salido del hiperespacio y se acercaban a su destino final: El destructor estelar clase imperial Dominio, nave insignia de la creciente flota imperial, unida una vez más para restaurar la paz y el orden en una galaxia invadida por el caos y la corrupción de los rebeldes. Un majestuoso coloso de metal con mil seiscientos metros de longitud, tres mil seiscientos tripulantes y un complemento de veintisiete mil hombres de los que él pronto pasaría a formar parte.

“Eh tú!” le dijo uno de los reclutas que iban hacia la portilla “¿No vienes a ver la nave?”
Vanis miró al recluta y arqueó una ceja.

“¿Por qué debería?” preguntó con un tono de voz que dejaba claro lo mucho que le molestaba conversar con un desconocido.

El recluta, un joven humano pelirrojo de apenas veinte años estándar vestido con un traje de faena negro monopieza, pareció confuso y sorprendido por la respuesta del alférez, pero se recuperó rápidamente y volvió a sonreír.

“Bueno, no todos los día se tiene la oportunidad de ver una nave como esta ¿Verdad amigo?”

Vanis frunció el ceño con desagrado y permaneció en su sitio mientras se ajustaba los correajes de seguridad designados para su asiento.

“En primer lugar, hemos sido asignados a este navío como parte de la inminente campaña militar para restaurar el orden en la galaxia lo que significa que tomaremos parte activa en diversas operaciones que partirán de ese mismo navío. Creo que tendremos oportunidades de sobra para verlo tanto por fuera como por dentro” dijo Vanis mientras se aseguraba que todos los seguros quedaban bien puestos “En segundo lugar, el protocolo estándar de atraque 922-27 ordena que todos los pasajeros y la carga de un transporte sean asegurados durante el momento previo al atraque, algo que todo buen soldado imperial debería cumplir tal y como yo estoy haciendo. Y en tercer lugar, tú eres un recluta que ha tenido la fortuna de ser destinado a este navío para completar su entrenamiento, mientras que yo ya me he graduado con honores lo que técnicamente y según las ordenanzas militares me convierte en tu superior directo. Te dirigirás a mí como alférez o señor durante lo que queda de vuelo ¿Entendido?”

El joven recluta pareció palidecer, inseguro de si lo que el extraño sentado enfrente de él fuese cierto o no. Hizo su mejor esfuerzo por cuadrarse y saludar, pero el gesto quedó forzado y ridículo.

“Sí señor. Er… lo siento señor. Con su permiso iré a ver la nave con los otros reclutas”

Y sin esperar lo que bien podría ser otra reprimenda del petulante alférez, el recluta se marchó con los demás, dejando a Vanis a solas.
En el fondo, Vanis también se sentía compelido por la curiosidad a levantarse para contemplar su destino. Es cierto que durante su instrucción había visto naves similares, pero lo más cerca que había estado de una de ellas había sido a varias decenas de miles de kilómetros y ayudado por magnoculares.
Acarició de forma inconsciente los pequeños galones de alférez. Eran un símbolo de su primer y único triunfo en la vida, pero no sería el único… tras años de espera, por fin tendría la oportunidad de destacar, de demostrar a sus superiores que él era un buen soldado, un soldado leal y capaz.
Había hecho muchos sacrificios para llegar conseguir su posición actual y probablemente tendría que hacer muchos más en el futuro. Sacrificios como el que hizo su padre… ¿o era su madre? ¿Su tío? No lograba recordar bien quién de su familia había…
Algo le golpeó la cabeza. Vanis apretó los dientes con fuerza y cerró los ojos. Allí estaba otra vez, el dolor de cabeza y las migrañas acudían siempre que intentaba recordar. Dolía mucho, pero siempre se pasaba cuando trabajaba en algo o seguía las órdenes de sus superiores. ¿Qué era lo que recordaba? Ahora ya no estaba seguro, era algo sobre su familia, la cabeza le daba vueltas y sentía náuseas. Lo mejor era olvidar, olvidar… ¿Olvidar qué?
Eso era. Seguir órdenes. Todo lo demás debía ser olvidado. El Orden debe ser preservado a toda costa. Un buen soldado obedece sin cuestionar. Un buen soldado no necesita amigos. Un buen soldado no necesita familia. El Imperio es su familia.
Él era un buen soldado.

Una sacudida arrancó a Vanis de esos pensamientos que de alguna manera nunca sentía como suyos.
Algunos de los reclutas trastabillaron y tropezaron para acto seguido volver corriendo a sus asientos.

“¿Cómo sabía lo de las turbulencias? Esto.. señor” preguntó el recluta pelirrojo en cuanto se dejó caer en uno de los asientos adyacentes.

“Una lanzadera clase lambda T4-a tiene una eslora aproximada de veinte metros. Veinte metros de metal frío que sin contar su masa y la de su carga es introducida de golpe en la atmósfera artificial de un hangar con sus propios parámetros de soporte vital. Se llama descompresión atmosférica y es el motivo por el cual se cierran las compuertas de seguridad de los hangares en las entradas y no en los despegues. También es el motivo por el que se establecen protocolos de atraque”

“Oh… bueno. Tenías razón después de todo” se sonrojó el recluta “Es que hay tantas normas que a veces parecen, bueno, algo absurdas. Por cierto ¿Te has golpeado o algo así?”

“No. ¿A qué viene esa pregunta?”

“Ah. Nada. Es solo que estás sangrando por la nariz”

Vanis se llevó una mano de forma instintiva a la comisura de sus labios y sus dedos se tiñeron de rojo al instante. Rebuscó entre su bolsa de equipo algo con lo que limpiarse de inmediato. Este era su primer destino activo y la primera impresión era muy importante. Causar una mala impresión a sus superiores era algo inaceptable. Un buen soldado siempre debe estar impoluto. Un buen soldado debe vestir siempre de forma impecable. Un buen soldado obedece.
Él era un buen soldado.
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Bueno, me a costado una buena bronca del boss, pero la verdad es que me moría de ganas por subir una pequeña introducción de mi personaje. Así que me quedo contento y a gusto.
Espero que no os resulte una lectura birriosa. Me habría gustado entrar más en detalles, pero como no sé nada del Dominador (si es un destructor especialito, si tienes algún caza particular, etc) pues me he abstenido de elaborar más la descripción de la nave.

Espero que no os importe que no describa a mi personaje, pero me faltaba tiempo y además pensé que teniendo (literalmente) a un click de distancia un retrato suyo me pareció que me lo podía ahorrar.
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DaGreatVincE's avatar
Muy interesante!
Das un par de detalles técnicos que me han dejado volado, si señor!